Paisaje de Clausura. Imagina que este sea el único paisaje que vas a contemplar el resto de tu vida, estremece.

Piénsalo, que esta mirada sea tu único contacto con el mundo exterior… asusta. Aun así, la clausura fue la decisión de las mujeres que aquí quisieron vivir y quisieron morir, pues yacen en el claustro, bajo las encinas en derrota. A unas les movió la fe, a otras la protección frente a matrimonios no deseados, también la viudedad en tiempos de batallas. La clausura como liberación.

Ellas sabrían deletrear cada edificio, cada nube, cada sol. Llamarían por su nombre a las golondrinas en verano y celebrarían la llegada de las cigüeñas a los campanarios de la ciudad. Las campanas serían música, estruendo, agradecimiento, la voz de las horas.

Ahora pondera la inexistencia de relojes, que la luz sea tu minutero. ¿Qué pasaría por tus neuronas? La vida interior sería inmensa ¿Cómo resonarían sus pensamientos en el silencio?
¿Qué se dirían a sí mismas?

Este torreón se levanta en el siglo XVIII para aliviar levemente el aislamiento. Para ver el mundo, personas, procesiones a Santa Clara, el viento. ¿Cuáles eran las voces de tanta ausencia?
Más allá de los rezos habría atmósferas sonoras del día a día. ¿Cómo cubrir tanto silencio? Contempla callada unos minutos, no más.