Un mar de arcilla, donde tejas son olas perfectamente alineadas. Así es la impresión abstracta que impacta al asomarse desde este promontorio ducal. La belleza de las líneas que se cruzan forma una perspectiva caótica, pero armónica y homogénea. Las texturas lisas de los muros se completan con la sinuosidad de las techumbres. Aquí los ángulos marcan las aguas de los tejados, unos simples otros dobles, que depositan la lluvia en el granito que los sustenta.

Hallamos decenas de celdillas, que son ventanas, tras las cuales está el estudio y el aprendizaje, una colmena de saberes. La calle Compañía se manifiesta como un desfiladero por donde transita la vida universitaria. Cuando llegan los exámenes primaverales y estivales, los estudiantes están acompañados de la sonoridad de vencejos y cernícalos primilla. Las aves marcan con sus vuelos líneas propias, invisibles, que ocupan sobre los techados, el vacío azul que cubre nuestros días.

¿Cuántos miles de estudiantes de todos siglos han caminado estas calles? ¿Cuáles fueron sus sueños? ¿Dónde llegó su saber?